La estructura demográfica en América Latina viene experimentando cambios significativos con una proporción creciente de adultos mayores. Este fenómeno no es ajeno a la realidad de nuestro país, observándose que la proporción de adultos mayores[1] se duplicó entre los años 1950 y 2017, pasando de 5,7% a 10,1% (INEI, 2017), con lo cual, se observa que cerca del 40% de los hogares está formado por al menos un adulto mayor. Este paulatino envejecimiento de la población constituye un reto para la sociedad y el Estado, los cuales deben adaptarse a este nuevo contexto e iniciar acciones efectivas que les permita afrontar esta situación. En tal sentido, resulta necesario que las personas tomen conciencia de la importancia de planificar el retiro, y esto, desde el inicio de la etapa laboral, reconociendo que el retiro es una etapa en la cual dejaremos de percibir ingresos y viviremos de nuestros ahorros.
Tomando en cuenta esta situación, con la finalidad de conocer los mecanismos adoptados por las personas en el transcurso de su vida para cubrir los gastos relacionados a su vejez y entender de qué manera los adultos mayores enfrentan sus gastos y necesidades actuales, la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS), con el apoyo de la Cooperación Suiza (SECO), desarrolló el Estudio Nacional sobre las Estrategias de Ahorro a Largo Plazo de la población joven y adulto mayor.
La encuesta fue realizada a nivel nacional. Entre los principales resultados se encontró que el 71% de peruanos considera que ahorrar para la vejez es muy importante; sin embargo, más de la mitad manifiesta no realizar alguna acción para cubrir los gastos de su vejez.

En este sentido, es preocupante constatar que sólo tres de cada diez peruanos están tomando alguna medida que les permita cubrir los gastos para su vejez, siendo esta situación más crítica en los jóvenes. Esto sugiere que, aun cuando las personas son conscientes de la importancia del ahorro para la vejez, empiezan a tomar realmente acción cuando se acercan a una edad mayor. Entre los jóvenes de 18 a 24 años, solo el 21% realiza una acción; mientras que en el segmento de adultos entre 40 y 59 años, esta cifra se duplica. Esto va en línea con lo sugerido por Howard y Yazdipour (2015), quienes afirman que entre los 25 y 45 años nuestra energía se concentra en proyectos de más corto plazo; por ejemplo, terminar estudios, ascender en el trabajo y en la carrera profesional, formar una familia o comprar una propiedad. Es solo después de los 40 que empezamos a pensar seriamente sobre nuestra jubilación.
Asimismo, la encuesta desarrollada por la Superintendencia indagó sobre las razones por las cuales las personas no tenían estrategias para cubrir los gastos en la vejez. Entre las principales razones se encuentra la falta de recursos (71%). No obstante, también reveló que aun cuando existían personas que afirmaron contar con excedentes en el corto plazo, ello no implicaba la adopción de alguna acción para afrontar la vejez.[2] Esto revela que los bajos niveles de ahorro previsional en nuestro país estarían vinculados no solo a los niveles de ingresos y gastos, sino también a motivaciones de naturaleza conductual. Las preferencias de largo plazo están en constante conflicto con el comportamiento en el corto plazo, hecho que la literatura lo denomina como inconsistencia intertemporal; es decir, se reconoce que es importante realizar una acción en el futuro, pero cuando llega dicho momento no se realiza y, progresivamente, se van postergando dichas decisiones. Así tenemos que el espacio entre intenciones y acciones a lo largo del proceso de ahorro del ciclo de vida es analizado por autores como (Laibson, Repetto y Tobacman, 1998), llegando a demostrar esta tendencia con evidencia empírica.
Adicionalmente, la encuesta abordó las expectativas sobre las fuentes de ingreso que tienen los peruanos para el futuro. En el caso de la población que no está tomando acciones, el apoyo del Estado, a través de Pensión 65 (28%) u otros programas sociales (12%), y las transferencias familiares (26%) son los mecanismos más mencionados. Esto implica que el soporte económico de los futuros adultos mayores recaería en el Estado o en las familias, con lo cual si estos resultaran insuficientes, una proporción importante de las personas mayores se encontraría en situación de pobreza o vulnerabilidad. Es preocupante constatar que el 19% de los jóvenes de 18 a 24 años, que no realizan alguna acción para afrontar su vejez, esperan recibir un subsidio destinado a los pobres extremos a través de Pensión 65.
¿Cuál cree serán sus fuentes de ingreso en la vejez?

Por otro lado, la encuesta identificó y analizó las principales estrategias que toman las personas para cubrir los gastos que tendrán en la vejez.

El estudio reveló que más de la mitad aporta a un sistema de pensiones, siendo la principal razón su carácter obligatorio (67%). A su vez, la encuesta destaca la existencia de estrategias alternativas utilizadas por las personas tales como guardar dinero a través de un depósito, en el caso de los jóvenes; e, invertir en un negocio, en el caso de los mayores.
Finalmente, con relación a las personas encuestadas actualmente jubiladas o retiradas, se observa que el 27% aún se encuentra trabajando. Asimismo, que las principales acciones que tomaron para afrontar su vejez fueron aportar a la ONP (69%) o aportar a una AFP (19%), situación que les permite contar con una pensión; que en el 37% de los casos, equivale entre el 21% y 40% del sueldo que recibían antes de jubilarse.
CONCLUSIONES
Por tal motivo, teniendo como base estos hallazgos y con la finalidad de promover el ahorro a largo plazo y, de esta manera contribuir con el esfuerzo para mitigar el riesgo de pobreza en la vejez, los retos de política previsional al que nos enfrentamos son: a) Ampliar la cobertura previsional; b) facilitar acceso a los sistemas de pensiones; c) brindar alternativas de ahorro a largo plazo; y, d) mejorar la cultura financiera y previsional.
A partir de estas directrices es que se plantean aspectos generales de política pública, para quienes ya aportan a un sistema de pensiones, a ser evaluados por las instituciones correspondientes, tales como como promover el aporte voluntario con fin previsional (en diferentes AFP o que sean brindados por personas jurídicas); la reciente mejora del Estado de Cuentas para que el afiliado pueda hacer un seguimiento permanente de sus aportes y la rentabilidad generada, los beneficios que ofrece estar bajo la cobertura del seguro de invalidez y sobrevivencia; además de las mejoras en la oferta de productos previsionales y la flexibilización del procedimiento de jubilación.
Para quienes realizan alguna acción para el futuro pero que no aportan a un sistema jubilatorio, se plantea mejorar el acceso a un sistema de pensiones, promover aportes voluntarios sin fin previsional y promover prácticas seguras de ahorro en sistemas formales, entre otros aspectos. En lo que se refiere al grupo importante que no realiza acción alguna, además de lo mencionado anteriormente, es importante evaluar alternativas de ahorro vinculados con el consumo o con incentivos.
Por último, la cultura previsional debe ser reforzada de manera permanente y transversal a todos los segmentos de la población, considerando la situación y actividad que en particular están enfrentando en cada momento.
1/ Se considera como personas adultas mayores a la población de 60 y más años de edad, en concordancia con el criterio adoptado por las Naciones Unidas.
2/ El 12% de la población que cuenta con excedentes pero no tomó acciones pertenece al nivel socioeconómico A/B y el 40% al nivel C.
Bibliografía
- OIT (2002) Una sociedad inclusiva para una población que envejece: El desafío del empleo y la protección social», documento presentado por la OIT ante la segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento, Madrid, 8-12 de abril de 2002. Oficina Internacional del Trabajo, Ginebra 2002. ISBN 92-2-312997-4.
- INEI - Situación de la Población Adulta Mayor. Informe técnico N°4 – Diciembre 2017.
- Howard, J. A. and Yazdipour, R. (2014): “Retirement Planning: Contributions from the Field of Behavioral Finance and Economics”, in H. K. Baker and V. Ricciardi (Eds.), Investor Behavior: The Psychology of Financial Planning and Investing, Wiley, Cap. 16.
- Laibson, Repetto y Tobacman (1998). Self-Control and Saving for Retirement, Brookings Papers on Economic Activity, Vol 1998, N 1, 91-96.
[1] Se considera como personas adultas mayores a la población de 60 y más años de edad, en concordancia con el criterio adoptado por las Naciones Unidas.
[2] El 12% de la población que cuenta con excedentes pero no tomó acciones pertenece al nivel socioeconómico A/B y el 40% al nivel C.