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Inclusión financiera en tiempos de pandemia: una oportunidad en medio de la crisis

Si actuamos de manera apropiada, cuando esta crisis se supere, podremos tener un ambiente favorable para el desarrollo de servicios financieros más modernos y digitalizados

El distanciamiento social que rige hoy la vida de los peruanos, como consecuencia de la pandemia por el Covid-19, está acelerando los cambios en los patrones de consumo y en el uso de los medios de pago.  Si bien el uso de los servicios digitales mostraba ya un marcado dinamismo antes de la pandemia; este se acelerará ante la necesidad de evitar el contacto físico con otras personas, para reducir las posibilidades de contagio. En el caso del sistema financiero, la demanda de transacciones con presencia física, sin uso del efectivo, puede cambiar significativamente.

Puede anticiparse que las iniciativas de transformación digital de la banca tradicional, los start-ups o big-techs tomen un mayor impulso. En particular, las referidas a soluciones de pago, préstamos en línea y compra y venta de moneda, pueden ser las que tengan un mayor despegue en una primera etapa, buscando atender las necesidades de la población poco después del aislamiento domiciliario.

También hemos enfrentado desafíos, que aún continúan, asociados al funcionamiento de los sistemas de pagos -condición esencial para la estabilidad financiera-. Durante esta crisis, estos se están viendo presionados por atender las urgentes necesidades de la población, como la entrega de bonos a la población vulnerable. Por un lado, el sistema financiero no tiene presencia en todos y cada uno de los distritos del país y no cuenta con productos diseñados para la población vulnerable; y, por otro, una gran mayoría de los beneficiarios no tiene una cuenta bancaria, situación que hubiese evitado las largas colas frente a las oficinas de las entidades financieras.

En este escenario, los reguladores enfrentamos el reto de facilitar o crear las condiciones para el desarrollo y el uso de productos y servicios financieros innovadores, que provengan no solo de las instituciones financieras tradicionales, sino también de los nuevos actores -como los emisores de dinero electrónico y las Fintech-, dirigidos a todos los segmentos de la población, apoyando al mismo tiempo la construcción de una mayor cultura financiera.

Con la finalidad de facilitar las diversas necesidades de atención de la población, una de las primeras medidas que aprobó la Superintendencia de Banca, Seguros y AFP (SBS), frente a la crisis que ha generado el Covid-19, fue ampliar los límites aplicables a las operaciones con cuentas de dinero electrónico simplificadas, con el objetivo de ayudar a las personas a realizar transacciones. Así, se elevó de S/ 1,000 a S/ 3,000 el límite de cada transacción. En el caso del saldo consolidado de cuentas de dinero electrónico de un mismo titular, bajo cualquier modalidad, en un mismo emisor de dinero electrónico, el límite pasó de S/ 2,000 a S/ 10,000. Para las conversiones a dinero electrónico acumuladas de un mismo titular, bajo cualquier modalidad, en un mismo emisor en un mes, el límite subió de S/ 2,000 a S/ 10,000.

La semana pasada se aprobó una medida similar en el caso de las operaciones con cuentas básicas del sistema financiero, elevando los límites a los mismos niveles de las cuentas de dinero electrónico simplificadas. Se elevó el límite de cada transacción de S/ 1,000 a S/ 3,000 para depósitos y retiros diarios. En el caso del saldo consolidado de cuentas básicas de un mismo titular, en una misma empresa, el límite se amplió de S/ 2,000 a S/ 10,000. Asimismo, el límite de transacciones mensuales acumuladas en estas cuentas, para un mismo titular en una misma empresa, se incrementó de S/ 4,000 a S/ 15,000 para el acumulado de depósitos y retiros mensuales.

Ambos instrumentos, el dinero electrónico como las cuentas básicas, fueron implementados con la finalidad de facilitar el proceso de inclusión financiera en el país. En el caso del dinero electrónico, se trata de dinero almacenado en soportes electrónicos, tales como teléfonos celulares o tarjetas prepago. Para abrir una cuenta solo se requiere el DNI y un número de celular si dicha cuenta está asociada a teléfono móvil. Igualmente, la cuenta básica –a diferencia de una cuenta de ahorro tradicional- solo requiere de la presentación del DNI para su apertura, y no se exige un monto mínimo ni mantener un saldo mínimo mensual.

Por su parte, las empresas del sistema financiero han respondido de diversas maneras ante estos desafíos. El Banco de la Nación lanzó una solución mediante el uso del “celular independiente”, que permite a los beneficiarios de los bonos de gobierno, cobrarlos a través de cajeros automáticos y cajeros corresponsales; y, como producto del cual, se abrieron más de 400 mil nuevas cuentas y esperan llegar a 700 mil. La billetera electrónica BIM, a la cual se encuentra afiliada la mayor parte del sistema financiero, ha sido usada por la Municipalidad de Lima para entregar un bono a los trabajadores independientes registrados en la comuna, a través del programa Bono Perú Unido. Además, varias entidades financieras cuentan con soluciones para la apertura de cuentas bancarias de manera virtual, que sumadas a las opciones que ha permitido la regulación, facilitan, por ejemplo, la transferencia de los retiros autorizados del fondo de pensiones.

Las entidades supervisadas han debido adaptarse también a estas singulares circunstancias, generando mayor interés en la resiliencia de sus organizaciones, y adaptando en muchos casos las soluciones desarrolladas para los ejercicios sectoriales de continuidad que organizamos hace algunos años. En promedio, el 60% de los principales funcionarios del sistema financiero labora de manera remota; mientras que, en el caso del sistema de seguros y privado de pensiones, este valor corresponde a más de 85% y 90%, respectivamente.

Tareas pendientes y perspectivas

Todas estas observaciones, aún preliminares, sugieren fuertemente que estamos ante una oportunidad única para desarrollar productos y servicios financieros dirigidos a este perfil de usuarios, construir cultura financiera, apoyándonos en una mayor digitalización de los servicios financieros. En este proceso, nuestra respuesta debe cuidar un balance adecuado entre los diversos objetivos que perseguimos, como aquellos relacionados a la estabilidad e integridad financiera, y una apropiada conducta de mercado.

Si actuamos de manera apropiada, cuando esta crisis se supere, podremos tener un ambiente favorable para el desarrollo de servicios financieros más modernos y digitalizados en un tiempo menor de lo previsto inicialmente.

También tenemos que prestar atención a los riesgos. Entre los principales, tenemos los asociados a las amenazas cibernéticas, y los derivados de la subcontratación, con una mayor atención a la cadena de proveedores y la prevención de posibles fallas o errores. Asimismo, debemos prestar atención a posibles fuentes de fraude y otros riesgos derivados de una mayor presencia digital.

Mirando a un futuro muy próximo, nuestro más importante desafío será capitalizar y facilitar los cambios en la preferencia del consumidor hacia un uso sostenido de servicios financieros digitales; así como prever los posibles riesgos. En este sentido, la educación financiera y el asesoramiento serán cruciales: primero, para informar a las personas sobre las opciones disponibles para realizar transacciones digitales; y, segundo, para desarrollar capacidades y actitudes hacia un uso responsable del dinero y de los servicios financieros digitales.



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